El día que Vignelli diseñó el logotipo para American Airlines (con sus tiras y aflojas en el proceso), creó algo con la intención de que fuese memorable y perdurase.
Lamentablemente, en 2013, los directivos decidieron cambiar el logo para «reflotar» una compañía casi en quiebra en lugar de tirar de él y su simbolismo para llamar a la memoria de los días en los que fue la compañía aérea más importante del mundo.
Hace poco, Instagram, cambió el suyo. El anterior no era bueno y éste es peor. Pero, a pesar de que sus directivos podrían gastar lo que quisieran en tener algo memorable, da igual porque vamos a un modelo de identidades de Primark: no te enamores porque la nueva colección está a la vuelta de la esquina y tienes que seguir comprando. Al año que viene se irán el «flat design» y el «lettering», y vendrán otras modas, haciendo que todo lo basado en eso quede viejo.
Ésto, sin duda, es culpa tanto de clientes como de profesionales. Pero sobre todo de los profesionales, que nos hemos vuelto unos vagos y no queremos hacer la pedagogía necesaria, nos cuesta menos dejarnos llevar por las modas y no queremos renunciar a tener a los clientes enganchados cada dos años para que renueven sus identidades. Dicho de otra forma: nos falta aplicar los principios básicos de cualquier profesión: ética y responsabilidad.
Y creo que ese es el verdadero problema del nuevo logo de Instagram.